Es literal. "Que de la mano, de Ramón Díaz...". Eso suena en la tribuna y en la cancha el eco se hace carne. El entrenador metió mano cuando el equipo más lo necesitaba, cambió y motivó a que el equipo y el resultado hagan lo mismo.

Cuando el partido estaba en su etapa crítica y todo lo hablado en el entretiempo parecía que no iba a tener sentido, tras la expulsión tempranera de Leonardo Ponzio, Ramón tomó la posta. Desde el segundo minuto del complemento hasta el último suspiro del mismo, todo lo que hizo en técnico fue determinante.

Primero, modificó el esquema. Pensó y se jugó. Sin Ponzio, lo más fácil era poner a Cirigliano y esperar. Sin embargo, hizo ingresar a Rojas en lugar de Lanzini y mutó a una línea de cuatro defensores sin resignar la faz ofensiva. Para ello, hubo un trabajo de excelencia entre Vangioni y el ex Godoy Cruz para darle forma a un esquema mixto. En situación de defensa, el ex Newell's se paró de '3' y Rojas lo hizo de volante. Cuando River tenía la pelota, el primero trepó al mediocampo y el segundo se cerró de 'doble cinco'. Así, llegó el primer gol del partido.

Con la diferencia en el marcador, Ramón eligió el protagonismo. Podría haberse tirado atrás y hacer uso de la mentada -y falsa- premisa de 'cerrar el partido'. Pero optó mantener el compromiso y cambió a los hombres de arriba para oxigenar el ataque: Funes Mori por Mora y Luna por Trezeguet. ¿Funcionó? Sí, con creces. A falta de cinco minutos para el cierre del partido, el Mellizo peleó arriba, peinó la pelota y dejó sólo a su compañero de ataque. Faltaba el toque determinante y Luna no se amilanó: Paró, pensó y ubicó la pelota a un palo. Asistencia y gol para el riojano...

Lo hizo de nuevo y sigue pisando la teoría de la 'casualidad'. En otras épocas, la expulsión de Ponzio hubiese significado una derrota. Ayer no fue ni empate y una cuota importante de ese éxito estuvo en las manos del DT.