El verano es mío
A los cinco minutos de partido, ni el más optimista hincha de River podía pensar que la noche cordobesa iba a terminar con festejo millonario. Fue un arranque flojo, con la defensa haciendo agua, con el medio nervioso y con los delanteros aislados. Mal parado en gol, todos habilitaron a Silva, que le pegó mal pero que no le imposibilitó a Erviti encontrarse con el balón para tocarla al gol ante Barovero. 0-1. Desconcierto total.
Mal con la pelota y apurado, River estaba para el cachetazo. No había orden en el medio y se hacía notorio que Ramón no es tonto al insistir tanto por un enganche. Por algo será...
Lo de River era solo depender de la calidad de Mora, más por un arresto individual que por el rendimiento colectivo. Y por el uruguayo River, ese equipo a la deriva, volvió a vivir. Llegó al empate y se acomodó en el partido.
¿Y quién pensaba en un Trezeguet héroe cuando tiró a la pista de atletismo del Kempes una pelota que habitualmente va a la red? Pocos. Pero David volvió a vivir.
Con un equipo que no había ganado demasiada precisión pero sí estaba más revitalizado, el francés se calzó la ropa. Antes, Ramón tuvo que meter a Ponzio para ganar en precisión. Al minuto de estar en cancha el volante tuvo una chance de gol, con un remate que se fue lejos. Pero River necesita más volumen de juego, algo que Acevedo, el que salió para que entre Leo, no le había dado en 60 minutos.
Más trabado y menos intenso, con piernas y cabezas más gastadas, el segundo tiempo pintaba para que todo fuera igual que en Mendoza. Mora la tuvo y la pelota besó el palo. Hasta que surgió Trezeguet, el ya mirado de reojo Trezeguet, para poner el pie derecho después de un rebote en Orion.
Y festejó River, el dueño. Como en Mardel, ahora en la Docta, el capo se vistió de rojo y blanco. Y no necesitó de los penales...