El día más triste de nuestra historia

Fue el 26 de junio pasado. Un domingo poco habitual. Con el campeonato ya terminado, River jugaba el partido revancha de la Promoción frente a Belgrano. Con un Monumental repleto, donde la frase “no entra ni un alfiler” se escuchaba en todos los sectores, estábamos con una adrenalina digna de esos buenos momentos previos a campeonar, pero al mismo tiempo con un nerviosismo extraño por el temor de algo que nunca habíamos vivido.

El aliento fue constante desde todas las tribunas antes y durante el partido, más allá de que no hubo respuestas adentro de la cancha. Todos tenían las mismas ganas de gritar esos dos goles que necesitábamos para poder permanecer en Primera División, como corresponde, como lo marca nuestra historia.

Pero esa diferencia no llegaba, los minutos se agotaban y los 110 años de historia parecen haber desaparecido después de que Mariano Pavone malograra el penal. De ahí en más, el fútbol pasó a un segundo plano. Los incidentes dejaron de ser promesas y pasaron a ser una realidad en todos los sectores del estadio: en la popular, en las  plateas, en el anillo, en el playón y en los alrededores del Monumental.

Aquéllos que realmente queremos a River, lloramos, insultamos y maldecimos. Sin embargo, nunca se nos cruzaría por la cabeza destruir a nuestra casa, a nuestro Monumental.

Uno de los mayores sentimientos que vivimos los hinchas es el desconcierto. Estábamos acostumbrados a ganar y a salir campeones, no a descender. Cuando disputemos la primera fecha de la B Nacional, realmente terminaremos de darnos cuenta de lo que ocurrió ese 26 de junio. Fue lo peor que sucedió en nuestra vida futbolística, deportiva e institucional.

Por Ezequiel Porco