Agárrame si podés
Lo que tenía que hacer en Tucumán, lo hizo. River ganó. Por un Trezeguet implacable y porque después de un flojo arranque, el equipo mostró carácter y ratos de buen juego que maquillaron los errores defensivos. Y, así, los de Almeyda quedaron solos arriba, algo que no ocurría desde la fecha 11.
Fue un triunfo clave el conseguido en el Jardín de la República. Es cierto que Atlético no se jugaba nada, que estaba golpeado por su caída en la Copa Argentina y que, además, no cuenta con mucho nivel técnico para complicar. Pero el tema siempre es River.
Y ese River dubitativo y nervioso se vio en los primeros minutos. A los 10 minutos ya perdía. En el gol de Atlético se juntaron todos los colmos: centro de un ex River que estaba desgarrado (Barrado) y cabezazo en soledad de un ex Boca que además mide 1,65 metro (Fondacaro). Increíble.
Almeyda había apostado otra vez por el 4-4-2, con el revulsivo Aguirre en lugar del orden táctico de Ponzio. Pero el pelado parecía perdido en el medio. Estaba complicada la cosa.
Hasta que se encendieron las luces. Tras once toques (sí, once toques) River lo empató. Cavenaghi le puso una habilitación entrelíneas al Maestrico como si fuera Gallardo, y el venezolano definió por debajo de Dei Rossi. Luego del golpe, River mostraba los dientes, una reacción, una esperanza de que lo podía dar vuelta. Y así fue.
A Sánchez le hicieron un penalazo que Trezeguet cambió por gol. Y cambió el partido. De un inicio preocupante y lleno de imprecisiones, River se iba a descansar en paz. Bah, paz nunca sobra, pero al menos era un alivio estar 2 a 1 arriba.
En esa levantada fue clave Carlos Sánchez, atacando bien los espacios que dejaba Atlético. Porque los tucumanos lejos estuvieron de meterse atrás.
El partido, con la ventaja, estaba para River. Y Almeyda hizo cambios para liquidarlo. Dos verticales como Ocampos y el Chori por el tibio Aguirre y un cansado Cavenaghi, al que le costó meterse en el partido aunque cuando lo hizo fue importante. Y fue Domínguez el hombre clave, además de la bestia de Trezeguet, para comenzar a allanar el camino. Un pase gol para un mejor definición del francés. Y 3-1.
El gol de Barone hizo sufrir, cuándo no, a River otra vez. Pero Sánchez estaba iluminado por la lunita tucumana. Un golazo para sacar chapa. 4-2 y alivio.
El equipo necesitaba ganar un partido así. Chivo, caliente, aún con los que usted sabe en la garganta. Habrá que parir hasta el final. Ya lo dijo Almeyda.
Pero arriba está River. Y la presión es de los demás. De Central y de Instituto. Vení, agárrame si podés.
Por Leandro Buonsante
Foto:Diario La Gaceta