Gustavo Gallardo Kuster

@gallargus

La sexta final de Libertadores en la historia de River es un paso más en la era Gallardo. Y no es casualidad. Es que el haber llegado se traduce de varias maneras y todas dan cuenta de que el equipo mostró lo que hacía falta; lo que mostró en todas las oportunidades en que logró algo, y no es una obviedad, porque Gremio se fue para otro lado, y ahí estuvo la clave.

River tuvo éxitos y sufrió derrotas dolorosas, pero en todas las oportunidades siguió el mismo guión, que es ser impredecible, algo que le da ventaja. No traicionar las bases fue la premisa y eso no lo entendió de igual forma el todavía campeón vigente de la Libertadores. El equipo de Reanto perdió un partido que empezó ganando como local por primera vez en la historia de la Copa. Hasta el momento llevaba 62 victorias y dos empates: una locura desde los números y desde lo que se resignó.

Gana el que no se traiciona
sus peores registros de precisión en los últimos seis años
Gana el que no se traiciona

De ahí saldrá la clave para que el Más Grande pueda encarar el partido más importante de la historia de la Libertadores y de la propia. Los resultados posibles seguirán siendo tres, pero el camino a transitar deberá ser el mismo de siempre en cuanto a la actitud y el planeamiento. Ahí es donde se está un paso adelante, porque parte de la estrategia fue, es y será no solo no dar ventajas, sino tampoco pistas. El River de Napoleón va con la actitud como bandera y la inteligencia como escudo. Él sabe a qué juega el equipo, siempre, pero ellos no. Y así como Gremio entró en la desesperación de resguardarse para evitar sorpresas, creyendo que era su mejor arma, el rival que viene o los que le sigan mantendrán esa duda. Se puede salir victorioso como no, pero el amor propio no se negocia y la historia del equipo que consiguió tanto tampoco.

Gremio ya sentó el precedente, gana el que no se traiciona. Ahora y siempre.