El exitoso ciclo del Muñeco tiene como base su obsesión por el trabajo: radiografía del método de trabajo del hombre que revolucionó al Millonario.

Hablar de Marcelo Gallardo en River dirige instantáneamente a los ocho títulos que consiguió como DT y los cruces eliminando a Boca. Pero detrás de todo eso hay una preparación que no se ve. Es que Napoleón no es únicamente el primer en llegar y el último en irse; también es el que no se toma días libres y los aprovecha para ver partidos de divisiones inferiores mientras sus dirigidos tienen un día de recreación.

El mismo que aprovecha el tiempo que tiene, por más mínimo que sea, para ver videos de los próximos rivales, aunque sin olvidarse del sentido de pertenencia que le imprimió al equipo: el DT insiste en que sus dirigidos, a quienes les exige a todos por igual, visiten el museo del Millonario y entiendan perfectamente la historia que defienden en cada partido.

Con un cuerpo técnico muy completo, conformado por dos ayudantes de campo (Matías Biscay y Hernán Buján), cuatro preparadores físicos (Pablo Dolce, Marcelo Tulbovitz, Diego Gamalero y César Zinelli), una Licenciada en Neurociencia (Sandra Rossi), un psicólogo (Pablo Nigro), un entrenador de arqueros (Alberto Montes) y un videoanalista (Nahuel Hidalgo), el Muñeco cumplió con su primer deseo, ese que le expresó a un compañero, allá por 2009, según contó en alguna que otra entrevista: "Yo quiero ser técnico de River, y que mi equipo juegue como el Barcelona". Se refería al equipo de Guardiola, y aunque la vara es muy alta, el primer equipo que presentó revolucionó lo visto en el fútbol argentino en los últimos años. Con una presión alta y un circuito de juego muy aceitado en poco tiempo, ese River de Gallardo, con la pelota al piso, sorprendió a propios y ajenos.

El tiempo, las lesiones y los tiempos acelerados lo obligaron a mutar, pero sacaron a relucir otra de sus virtudes, que es la improvisación y la capacidad de rearmarse sobre la marcha. Con un equipo que supo ser combativo cada vez que hizo falta, se coronó campeón de América y dejó su huella en el club que lo vio nacer como jugador y convertirse en un técnico obsesionado con el trabajo y los detalles.

es una de las opciones más firmes para dirigir la Selección Argentina, pero pese a que no está entre sus planes moverse de Núñez, su estilo de vida, llevado al trabajo, lo catapultará mucho más alto tarde o temprano, y una de las anécdotas que contó poco después de conquistar América en una entrevista a Infobaeo, lo pinta de cuerpo entero: "Muchas veces me pasa que estoy mirando una película o parado en un semáforo con el auto y me distraigo pensando en una posible jugada, o en cómo tratar de ganarle al rival que nos toca el fin de semana". Es por eso que, cuando se lo llama Napoleón, no se trata de un elogio o simplemente un apodo, con batallas ganadas y perdidas, el estratega al frente del Más Grande hace del trabajo y la planificación una forma de vida.