Alejandro Domínguez estuvo bajo la lupa durante toda la semana, debido a que en Quilmes genera un rechazo muy profundo desde que festejó con euforia el gol que le hizo para River en el Apertura 2003. Con insultos, gestos y silbidos constantes cada vez que entró en contacto con la pelota, el delantero acaparó la atención en el Sur.

Sin embargo, el 10 de River se llevó ese mismo número en cuanto a la calificación de su conducta, teniendo en cuenta que hizo oídos sordos a los hostigamientos que llegaron desde las tribunas locales. El Chori se dedicó a jugar y lo hizo en buen nivel, con movilidad por todo el frente de ataque y tres remates en el complemento.

Además, Domínguez dejó en claro que su mensaje de paz era real, ya que separó a Cavenaghi y Rimoldi, quienes discutieron cara a cara, a los 38 minutos del primer tiempo. También exhibió una maniobra brillante cuando perdió el balón, recibió una cortina de silbidos, lo recuperó e hizo una doble pisada en el círculo central.

En consecuencia, el punta de 30 años auyentó el clima de agresividad y demostró que no tiene la necesidad de entrar en un ida y vuelta interminable con los fanáticos cerveceros, quienes pasaron de tenerlo como ídolo a odiarlo.

Declaraciones en @Chori1708

"Gente, muchas gracias. El apoyo de ustedes es increíble. Jugamos mal; por momentos, intentamos. Hubo una gran diferencia de fútbol igual. Lástima que se nos escapó, pero estaría bueno que salgan a hablar los que dijeron que nos comíamos tres. Andáaaaaa... A preparar el partido que viene, saludos", escribió Domínguez.

Por Germán Balcarce