Cavenaghi, el gol que a River le faltaba

Fernando Cavenaghi tiene un promedio letal de casi un gol por encuentro. De esa decena, dos fueron desde los 12 pasos, mientras que el resto, producto de las páginas del manual del buen goleador. Ese que el delantero ya se sabe de memoria y del cual ya debió haberse ganado al menos un capítulo.  Además, el capitán se aferra a la famosa máxima que reza "goleador de primer gol". Es que sus tantos sirvieron para abrir victorias o empatar partidos complicados. Eso también vale, más en un River devaluado y sumamente necesitado como éste que hoy milita en el fango de la segunda categoría del fútbol argentino.

El primer grito sagrado del Torito llegó en la cuarta jornada, frente a Quilmes, cuando recibió un gran pase de Martín Aguirre y, de lleno, la hundió en el arco. Con ese gol, el Millo rescató un poroto de su dura visita al Sur. Precisamente frente a otro equipo de esas latitudes, como Defensa y Justicia, el oriundo de General O’Brien mojó de nuevo. En un mal partido del equipo, aprovechó la que tuvo y, en una definición a la que le sobró tiza, lo amargó al arquero del Halcón. Aquella noche River igualó 2-2.

En la sexta, contra Deportivo Merlo, el palo se lo negó y, a partir de ahí, comenzó una mini sequía. El ex-Bordeaux no convirtió frente Gimnasia y Esgrima La Plata ni contra Ferro. Ante Atlanta, volvió con todo. El goleador se despachó con un triplete en el que exhibió todos sus recursos: primero leyó la guapeada de Carlos Sánchez y, con el arco casi vacío, definió quirúrgicamente para mandarla a guardar contra un palo. El segundo suyo fue una gran definición mano a mano luego de un poco de fortuna para llevarse el balón y, el tercero, fue para enmarcar: gran pase de Andrés Ríos, entre líneas, y Cavenaghi, como dirían los antiguos, la “cuchareó” por encima de Rodrigo Llinás.

Ahí, el mundo se anotició de que el Torito no había venido a ver qué pasaba. Iba a ayudar en serio a River a volver a primera. No volvió a convertir hasta la duodécima fecha, cuando su penal ante Aldosivi había igualado el trámite, en un partido que el equipo de Matías Almeyda terminó perdiendo. En la jornada siguiente, el Millo y el Cavegol viajaron hasta el Norte. El partido era difícil porque significaba un examen, luego de una semana dura por la caída y por los motivos extrafutbolísticos. River se hizo cargo del partido en Jujuy y, de la mano de su goleador, convirtió el test de carácter en una goleada para volver a ilusionarse.

Aprovechó el regalo de Pablo Lunati y definió con jerarquía en el penal, lo que vino después fue superlativo. A los cinco minutos del segundo tiempo, tomando la pelota apenas delante del círculo central, el delantero de 28 años dibujó un bellísimo gol. Primero un amago para dejar sin asunto a la marca y, luego, un remate precioso y preciso, llenando la cara interna del botín derecho de gol y venciendo al pobre Federico Crivelli.

Luego, en combinación con Sánchez - ¿Su Eduardo Coudet en este River?- el Torito marcó el tercero personal en la noche jujeña. Combinación que terminó con un remate al palo, el rebote le cayó al volante uruguayo que, en lugar de rematar, hizo el pase atrás. A Cavenaghi la pelota lo sobró, entonces, peló un recurso que sólo tienen los que saben: tacazo y a cobrar.

El cuarto, cuando Gimnasia ya había descontado, fue un ejemplo de frialdad en la zona más caliente de la cancha. Cavenaghi recibió de Lucas Ocampos y esperó a ver qué hacía Crivelli, le amagó y, con el arco a su merced, definió. Primera vez que el Torito firma cuatro goles con la camiseta de River en un mismo partido. ¿Sus números? En total, 81 goles en 133 partidos oficiales. Impresionante por donde se lo mire.

Por Javier García

Imagen: Wally