A la punta, en alta definición
Cuando la destreza física y las cualidades no alcanzan, es necesario utilizar la cabeza. No sólo ocurre en los quehaceres diarios, sino también en el fútbol. Por eso el goleador franco-argentino recurrió a una de sus principales armas para desequilibrar un desarrollo cerrado. Fue a los 39 minutos del primer tiempo, tras un centro de Lucas Ocampos -de zurda, como lo había entrenado-. El delantero cabeceó, la pelota dio en el travesaño y en el segundo testazo terminó en gol.
Hasta ese momento, el trabajo del Millonario había sido muy tibio, sin destino seguro para el balón y con una carencia enorme de ideas ante un planteo sólido y ordenado. Entonces, apareció toda la capacidad de Trezeguet para desnivelar, como el mandamiento de un 9 lo indica, pese a que usó la 7. En el segundo tiempo, Maximiliano Estévez tuvo la posibilidad de conseguir el 1-1, pero su cabezazo se fue a unos centímetros del poste derecho, dejando en claro la diferencia de jerarquía entre unos y otros.
La ventaja mínima servía para no perder el control y aprovechar que Merlo había ganado metros en el afán por lograr la igualdad. De esa manera, el manejo de la pelota comenzó a ser exclusividad de River, hallando los espacios por ambos costados y basándose en la movilidad, más allá de que cerca del área rival seguía sin claridad. Pero Alejandro Domínguez dio un pase exacto, tras la descarga de Trezeguet, y Cavenaghi leyó de antemano lo que debía hacer. Picó la pelota por encima de Darío Caprogrosso y se fue a festejar el 2-0.
A partir de ahí, el encuentro había finalizado antes de que Pablo Díaz marcara el último pitazo. Los cambios sirvieron para cambiar de aire y analizar otras variantes. Sin embargo, en ese contexto, llegó el 3-0 definitivo. Leonardo Ponzio recuperó el balón en mitad de cancha, avanzó y dio la asistencia justa para que el Torito resolviera con mucha facilidad. De esa manera, sin una actuación brillante aunque contundente, River ganó cómodamente y ahora mira a todos desde arriba, esperando un guiño desde Córdoba.
Por Germán Balcarce
Imagen: Olé