-Quizás es porque en mi segundo hogar, el Gallinero, mi viejo me soñó como Angelito, que no entiendo algunas cosas-

Si bien a grandes rasgos la palabra “muerte” puede sonar exagerada, en estas horas se está muriendo la ilusión de quien escribe esta nota. Pero será parte del aprendizaje; parte de la vida. Como la ruptura inesperada de una pareja a la que amas. Se muere la ilusión de ver a un jugador que se desviva por los colores, que le alcance con el amor Riverplatense. Y uno no se la quiere agarrar con la joya de turno, porque no será la primera ni la última, pero parecía que había algo distinto en él. Se respiraban aires a década del ‘70, tiempos donde los jugadores creían que River era el cielo. Así como pensaba “Mostaza”, el Beto, Labruna, y tantos otros jugadores. 

Quizás cuando las cosas feas pasan una vez, uno mantiene la calma y busca el por qué, e intenta justificar y comprender. Pero cuando vuelve a pasar, las explicaciones no alcanzan. ¿Qué hay allá que acá no? ¿Por qué hay gente que deja hasta lo que no tiene por River y otra está tan apurada por escaparse, si supuestamente también lo aman? ¿Por qué no querer ser el dueño de una época en el lugar donde creciste?

Quien escribe tiene 20 años, y no vivió la época de Ortega, pero comprende en su totalidad lo que generó y genera hoy en día en la gente. Franco Mastantuono fue el nuevo “Burrito”. Ese jugador con alma de Ñandú argentino que enamoró con su gambeta, su descaro y su elegancia desvergonzada y única.

Por ahí se escucha que es sentido común, pero es tan difícil de comprender… más viendo gente que tiene un amor tan irracional por este Club. Ojalá te quedes, pero no hasta diciembre. Ojalá te quedes un buen tiempo Fran.