Ejemplo de perseverancia, Javier Pinola arriesgó todo para llegar al club de sus amores y peleó hasta contra su propio rendimiento para ganarse un lugar que terminó aprovechando para ser pieza clave del titulo más esperado.
Del rendimiento irregular del primer semestre jugado en River hasta su promesa de mejorar y asentarse hubo un abrir y cerrar de ojos. Javier Pinola ya había arriesgado el cariño de la gente de Rosario Central a sus 34 años (al momento de irse) para cumplir el sueño que tuvo desde chico: ponerse la Banda Roja.
En esta Copa se puso en modo caudillo y hasta prometió ayudar a que Casco eleve su nivel. La confianza la había recuperado y quería compartirla con todos. El gol a Emelec cuando más hacía falta, en una fase de grupos que se estaba haciendo cuesta arriba, fue también un empujón para él.
Jugó 12 partidos de la Copa más recordada de todas y le dejó en claro a todos que cuando se fue de Rosario era para llegar a Núñez y ser campeón. Porque, como buen caudillo, cuando arriesga es para dejar todo y apostar a llevarse mucho.